jueves, 19 de enero de 2012

LA EVALUACION PSICOLOGICA EN LA PRÁCTICA Y EN LA TEORIA


 


Evaluar implica recoger información y usarla para tomar decisiones y resolver problemas

        Un hecho puesto de manifestación por la historia de la Psicología y sobre el que probablemente existe acuerdo general entre los expertos de nuestra disciplina es que la “evaluación psicológica”, en práctica, es ante todo una “actividad” de recogida, análisis, valoración y uso de la información para resolver de forma eficaz problemas relacionados con el comportamiento humano de sujetos individuales o de grupos concretos, individualizados. Es, pues, una actividad orientada a objetos (Silva, 1982), una actividad de solución de problemas. Tanto el psicológico que trata de esclarecer las razones del bajo rendimiento de un sujeto con el fin de ayudar a mejorar, como el que trata de determinar qué persona posee las mejores cualidades para un puesto de trabajo, el que desea saber en qué tipo de categoría diagnostica cabe ubicar a un sujeto, el que desea conocer qué condiciones contextuales están obstaculizando la motivación y el interés de los alumnos de una clase por aprender, el que analiza la interacción entre los factores humanos y valorar de qué modo una programa de intervención dirigido a un sujeto o a un colectivo afecta al comportamiento y a los efectos del mismo –situaciones que construyen algunos ejemplos de contextos y objetivos en relación con los que se realizan procesos de evaluación psicológica-, tienen de común que tratan de resolver problemas relacionados con el comportamiento humano y sus determinados y que, realizan el tipo de actividad mencionada.

Existen diferentes modos de proceder al evaluar

        Sin embargo, es un hecho fácilmente constatable que el tipo de información que se recoge, los modos en que analizan y valora y el uso de la misma que se realiza frente a cada tipo de problema e incluso frente a un mismo tipo de problema son diferentes. Por ejemplo, si una persona acude a un psicólogo en busca de ayuda señalando inicialmente que se siente angustiado por todo y que le gustaría cambiar todo de forma de vida rompiendo con el entorno social en que se mueve pero no se atreve, puede ser evaluada y tratada de distintos modos. Un psicólogo puede preguntarse cuál es el origen de la angustia que hace sentir mal a esta persona y tratar de ahondar en su pasado para averiguar que experiencias son las responsables de su modo de reaccionar afectivamente ante situaciones capaces de evocar la angustia que causa el problema. Otro psicólogo, sin embargo, puede pensar que posiblemente existe una incongruencia entre lo que la persona desea, por un lado, y el modo en que actúa habitualmente, por otro, y que lo importante es facilitar la toma de conciencia para que ella misma decida qué hacer, por otro, y que importante es facilitarle la toma de conciencia para que ella misma decida qué hacer, por lo que no sería precisa una evaluación previa a la terapia, sino detectar durante esta los elementos de la contradicción e írselos devolviendo en forma de ecos o reflejos al paciente para que puede ver con claridad y decidir. Finalmente, otro psicólogo puede intentar identificar las situaciones especificas y los modos de pensar frente a la mismas que desencadenan la respuesta de ansiedad, los modos en que trata de evitar esta sensación, las consecuencias positivas y negativas que acompañan a sus modos de afrontar el problema, las consecuencias positivas y negativas que anticipan que puede tener el hecho de romper con el entorno y que hacen difícil que puede tomar una decisión a partir del modelo resultante como actuar,  enseñando al sujeto modos de manejar distintos elementos del problema para poder ayudarle a cambiar. Y lo mismo que hay modos diferentes para afrontar los problemas de evaluación en relación con los problemas clínicos, también los hay cuando el objetivo es, por ejemplo, seleccionar una persona para un puesto de trabajo o aconsejar a un profesor o a unos padres que pueden hacer para ayudar a un niño a superar sus dificultades escolares. El hecho de que un mismo problema pueda encararse de distintos modos plantea algunas cuestiones cuya respuesta puede ayudarnos a entender a la naturaleza de la evaluación psicológica. 


Las diferencias en los modos de proceder al evaluar se deben a distintos factores.

Hemos señalado que la evaluación psicológica puede considerarse como una actividad de solución de problemas, solución que implica la consecución de objetivos específicos diferentes según el tipo de problema. Como toda actividad de solución, parte de una información, de unos datos o de una demanda, que influyen en la representación, sin embargo, no depende solo de la información inicial, de los datos; no es una representación construida sólo “de abajo hacia arriba”. La actividad evaluadora sigue un proceso en el que los primero datos “activan” esquemas, modelos, ideas previos, como en el ejemplo anteriormente descrito, en que cada psicólogo afrontaba el problema desde supuestos o modelos diferentes. Tales esquemas, modelos o ideas, si bien pueden servir para ir organizando la información y tomando decisiones con vistas a la solución del problema, también pueden sesgar la forma  de entenderlo, y en consecuencia alterando la forma de proceder con vistas a su solución, impidiendo que esta consiga con la mayor eficacia proceder con vistas a su solución, impidiendo que esta se consiga con la mayor eficacia posible.
Por otra parte, el psicólogo que va construyendo una presentación del problema y de los objetivos a conseguir apoyándose en los modelos del comportamiento humano que posee, va tomando decisiones sobre qué información buscar, cómo recogerla con qué medios, en qué contextos, con que estrategias, etc., proceso en el que le guían por una parte, la idea que se va formando del problema y de los objetivos a conseguir y por otra, sus conocimientos sobre lo que constituye el modo más adecuado de proceder y sobre lo que es posible hacer en la práctica en el caso particular que tiene delante. Estas decisiones, que articulan y vertebran el proceso evaluador, pueden contribuir de forma eficaz a que el problema se resuelva o, por el contrario, pueden obstaculizar el logro de la solución, pues no todos los modelos sobre cómo proceder sobre las estrategias a seguir al realizar la evaluación, sobre las técnicas a utilizar, sobre el uso a dar a la información y sobre el modo de comunicar sus ideas y conclusiones para conseguir los objetivos perseguidos ofrecen las mismas garantías. En consecuencia, parece necesario que el evaluador parta de modelos sobre cómo proceder en cada caso que ofrezca el máximo de garantías razonablemente posible.