miércoles, 18 de enero de 2012

INTRODUCCIÓN A LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA


El interés por analizar, predecir y explicar la conducta humana es, probablemente, tan antiguo como el hombre mismo. Civilizaciones primitivas nos han dejado muestras de ellos: Sumerios, babilónicos, egipcios, griegos, todos ellos elebaoraron técnicas, a veces rudimentarias, a veces más depuradas, para conseguir estos objetivos evaluadores. La hepatoscopia, la quiromancia, la astrología, la humorologia, son ejemplos de estas técnicas antecesoras de lo que hoy denominamos “evaluación psicológica”.
Ya en la antigüedad se empezaba a vislumbrar el dilema que continúa vigente hoy en dia cuando intentamos analizar la conducta humana con finalidades predictivas, explicativas o modificadoras: ¿qué o quién determina la conducta, quién la controla? Para algunos autores la causa estaba en el exterior del organismo. Ejemplo paradigmático de esta creencia  es la astrología. Que sostiene que la disposición de los astros en el momento del nacimiento determina y explica buena parte de nuestro comportamiento actual y futuro. Otros pensadores, por el contrario, situaban el origen del comportamiento en el propio individuo, como los humorologos, para quienes la composición o predominancia de ciertos fluidos corporales podía determinar ciertos tipos de comportamiento. 




En todo caso, ya sea endógena o exógena la base del comportamiento, puede verse que todas estas fuentes antiguas abogaban por el determinismo de la conducta: una serie de factores ajenos a la voluntad del ser humano le están marcando su presente y su futuro. De hecho, puede considerarse que estas creencias ancestrales son un reflejo de la creencia fuertemente arraigada en el ser humano de que nuestra vida esta pre-escrita en algún texto oculto, elaborado por algún enigmático escritor. Conocerla de antemano es una de nuestras metas más preciadas de ello es el resurgir con fuerza de adivinos, videntes, tarotistas y mediadores. Las cosas, en ciertos aspectos, no han cambiado excesivamente hoy en día si las comparamos con la antigüedad. Los grandes paradigmas explicativos de la conducta humana pueden reducirse prácticamente a dos: aquellos que enfatizan el ambiente como factor determinante de la conducta y aquellos otros que hacen hincapié en variables del propio organismo, genéticas o constitucionales. En ambos hay implícito cierto determinismo, ya que la persona, por el momento, no puede elegir sus genes y, excepto ocasiones las fuerzas del entorno se le imponen. Con todo, a diferencia de las creencias míticas antes esbozadas, hoy día la tendencia es conceder al ser humano un mayor poder de autorregulación y cambio de su propia conducta.

El tema que nos ocupa a nosotros como psicólogos es más complejo de lo que pudiera parecer a primera vista, justamente por estas distintas concepciones que existen sobre la persona y sus acciones. Si bien todo psicólogo estaría de acuerdo en aceptar que el objetivo de la evaluación psicológica es el análisis del comportamiento humano que se da en un contexto determinado, la controversia aparece cuando se intentan aislar las variables que controlan o elicitan dicho comportamiento, cristalizando en diferentes escuelas, modelos o paradigmas que enfatizan ciertos aspectos sobre otros.

Así pues, lo que caracteriza el “análisis del comportamiento humano” es precisamente su multidimensionalidad (lo cual genera una “tarea de encrucijada”). En efecto, la tarea fundamental de nuestra disciplina consiste en la integración simultánea de numerosos datos de índole diversa, provenientes de distintas áreas de la psicología e, incluso, de otros ámbitos de las ciencias sociales. Los ejes referenciales que pueden definir a un sujeto, o a su conducta, en un momento dado son numerosos; por ejemplo, puede definirse en función de su grado y adecuación de desarrollo; en base a sus características neuropsicologícas; en relación a su desempeño académicos; según su nivel de adaptación personal y social, etc. De hecho, la lista podría ser interminable, pero todas estas coordenadas definen a un sujeto en un momento y situación dados. En este sentido la evaluación psicológica es una  “materia de encrucijada” que, al igual que otras ciencias, precisa de un bagaje de conocimientos pluridisciplinar. A primera vista puede `parecer que todos estos ejes son igualmente relevantes para ubicar adecuadamente a cada sujeto, grupo, conducta o ambiente, pero en la práctica no es así. Anteriormente hemos insinuado que en parte, la dificultad para hallar definición única de evaluación psicológica proviene del énfasis que puede darse a diversos aspectos, en función de los objetivos de medida y de las opciones teóricas asumidas.
Es justamente la pluridisciplinariedad, necesaria  para atender y relacionar entre si la multiplicidad de ejes de referencia que conforman un determinado comportamiento, lo que convierte a la evaluación psicológica en una disciplina de gran riqueza y de fuertes discrepancias, según se haga recaer el acento de análisis de uno u otro de estos ejes de detrimento de los demás. En la práctica no parece posible una evaluación que los atienda a todos y, en muchos casos, la afiliación teórica del psicólogo evaluador limita a priori las variables que selección y las que obvia como irrelevantes, lo que en ocasiones puede empobrecer la evaluación.
En consecuencia, nuestra tarea evaluadora puede conllevar sesgos importantes tanto conceptuales como procedimentales. (Kirchner, 1989).

1 comentario:

  1. Interesante la informacion, gracias me ayuda a tener una vision mas amplia ahora que empiezo la carrera.

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