Actualmente está de moda hablar sobre los tratamientos
eficaces para los problemas psicológicos o psiquiátricos (por ejemplo,
Labrador, Echeburúa y Becoña, 2000; Nathan, Gorman y Salkind, 1999; Pérez Álvarez
et al., 2003), pero, sorprendentemente, se deja de lado la posible eficacia de
las estrategias de evaluación, tanto o más importante que la relativa al
tratamiento. Sin una buena evaluación difícilmente se podrá realizar un
tratamiento eficaz, por muy potentes que sean las técnicas de intervención que se
emplee. La delimitación de los problemas del paciente y su correcta comprensión
determinarán que el tratamiento produzca los resultados deseados.
Desafortunadamente, el área de la evaluación se ha dejado frecuentemente en un
segundo plano, ante la más atractiva e impactante del tratamiento, y los
esfuerzos por mejorar dicho campo han recibido escasa atención y dedicación.
Por otra parte, mientras que cualquier persona tiene a su alcance
multitud de técnicas de tratamiento psicológico con sólo consultar libros o
manuales, la disponibilidad de instrumentos de evaluación está mucho más sujeta
a restricciones y control. Por un lado, muchas de las pruebas sólo pueden ser adquiridas
por profesionales en editoriales especializadas, incluso con previa
demostración de su titulación. Por otro, mientras que las técnicas de
tratamiento para prácticamente cualquier trastorno están ampliamente difundidas
(véanse, por ejemplo, Caballo, 1991, 1997, 1998; Caballo y Simón, 2001, 2002),
no es fácil muchas veces encontrar instrumentos de evaluación para toda una
serie de trastornos psicológicos. Bien sea porque muchos autores comercializan
sus propias pruebas en editoriales con
poca difusión, bien porque simplemente no las publican, lo cierto es que no se
encuentran disponibles para su utilización por cualquier profesional de la
salud mental.
Finalmente mientras que la adquisición de una buena colección de libros y
manuales de tratamiento no suele ser económicamente muy elevada, poder disponer
de instrumentos de evaluación tipificados para toda una serie de trastornos
psicológicos puede resultar especialmente costoso y, a veces, muy difícil de
ser asumido financieramente por psicólogos que trabajan en ámbito privado.
Parece necesaria una mayor atención en el terreno de las estrategias de
evaluación en psicología clínica. En este capítulo se repasará brevemente
algunas de las más utilizadas en el ámbito clínico, aunque sin un afán
exhaustivo ni pormenorizador. El enfoque será general, sin centrarse en un
trastorno específico en particular. Esta particularización se llevará a cabo en
los numerosos capítulos que componen este libro y que abordan la evaluación de
gran parte de los trastornos mentales incluidos en el DSM-IV-TR (APA, 2000).
Gracias por el avance de la evaluación en el área clínica, haces una buena descripción del tema, entendible y claro, muchas gracias.
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