La
entrevista continúa siendo el instrumento más extendido y empleado dentro del
campo de la Evaluación psicológica, en tareas que van desde la investigación
hasta la praxis y en áreas que se extienden por todas las ramas de la
psicología aplicada. Mas aun, escribe Garcia Marcos (1983) que <<la
entrevista debe considerarse no solo como instrumento de evaluación o
exploración psicológica que precede a cualquier modalidad de intervención o de
toma de decisiones (como en el caso de los test psicológicos), sino que es el
sistema de interacción mediante el cual se realiza todo el proceso de
evaluación-intervención >>. En efecto, la entrevista es la
<<matriz>> dentro de la cual tal proceso es llevado a cabo.
Matarazzo (1965) estima que la gran
mayoría de quienes toman o cambian de trabajo en los Estados Unidos (la nada
despreciable suma 30 millones de personas al año, en la década de los setenta)
depende de la entrevista como principal instrumento de evaluación. Datos mas
recientes no son menos impactantes. Nos dicen Edelsein y Yoman (1991) que
<<una encuesta reciente sobre los psicológicos clínicos de Estados Unidos (…) revelo que la
entrevista clínica era empleado por el 96 por 100 de los clínicos y que
ocupaba el 39 de 100 del tiempo que
indicaban a la evaluación>>. Volviendo al campo laboral, Morgan y Cogger
(1977) insiste que la frecuencia de su uso y en que no se prevé que la
entrevista puede ser descartada o reemplazada en un futuro próximo , en tareas
de selección por otras técnicas. Erbsloeh (1972) apunta que, si en la
perspectiva de la investigación de la investigación social es el principal
instrumento de exploración, es también el instrumento de utilización más
frecuente y, a veces, el exclusivo en la práctica clínica, tanto diagnostico
como terapéutica (lo que, dicho sea de paso, no debe ser considerado como
recomendable…). También desde la especializada
clínica, Kanfer y Phillips (1970) concuerdan en señalar la preferencia
de uso. Schmidt y Kessler (1976), como así mismo Biefang (1977), subrayan, a la
vez, que su importancia se extiende no solo a la praxis psiquiátrica en
particular, sino a la praxis medico en general, además, por supuesto, de la
praxis psicológica.
La exploración en el área infantil
tampoco es una excepción. Si bien, dado su objeto de estudio, las estrategias
de observación han tenido un mayor desarrollo, la entrevista adquiere en la
evaluación global unpapel importante (Pytkowicz, 1986). De allí la preucupacion
creciente por el tema de la entrevista en niños y adolescentes, que se
reflejatanto en artículos o capítulos (Edelbrock y Costello, 1984, 1990; Hogdes
et al.,1982; La Greca, 1983; Nuttall e Ivey,1986; Pascal, 1983, capitulo
10;Witt et al., 1988 ) como en libros completos (Arfouilloux, 1977; Deegener,
1984; Greenspan, 1981).
La
aproximación conductual tampoco constituye aquí una excepción. Tras un primer
periodo en el que, llevada por un objetivismo a untranza, aprenas si se hablaba
del uso y la importancia de la entrevista, se ha pasado a su relevación
creciente. Las publicaciones ya clásicas de Kanfer y Saslow (1965, 1969)
parecen haber servido en este sentido de disparadores, cumpliendo un papel
similar al del niño en el cuándo sobre
el traje nuevo del emperador. Una vez que los evaluadores y modificadores de
conducta se atrevieron a <<confesar>> que no solo no podían
prescindir de la entrevista sino que, además , hacían uso de preferente de
ella, su consideración ha podido explicitarse y constituye ya un tópico en la
bibliografía más actual (véanse, por ejemplo, Edelstein y Yoman, 1991; Garcia
Marcos, 1983; Hersen y Turner, 1985; Lutz, 1978; Llanova, 1983; Morganstern,
1988; Silva, 1981; Turkat, 1986; Villareal, 1981; Wilson et al., 1989). Kanfer
y Grimm (1977) subrayan que se ha mantenido como un instrumento preferido en el
analisis conductual. Escribe Haynes (1977) que <<a direfencia de otros
procedimientos de evaluación conductual, la entrevista es uan parte
indispensable en todos los casos>>. Y agrega Linehan (1977): <<La
entrevista es, quizá, el método más ampliamente usado para realizar
evaluaciones conductuales clínicas (…).
En la terapia individual, especialmente con adultos, es a menudo el método
primario de evaluación. Su uso en contextos clínicos es propugnado por muchos
conductistas, incluyendo a aquellos que al mismo tiempo subrayan la importancia
de un análisis riguroso >>. Meyer et al. (1977) apuntan a su vez, con
razón, que la entrevista reviste, por así decirlo, a los otros métodos –la idea
de <<matriz>> que señalábamos más arriba-, jugando un papel crucial
en todo en foque conductual de amplio espectro. Llegamos recientemente al punto
de observar que, según Edelstein y Yoman (1991), <<la entrevista
conductual es, sin lugar a dudas, el procedimiento de evaluación conductual mas
frecuentemente utilizado>>, citando en su apoyo a diversos autores.
La expansión del uso de la
entrevista es también grande. Ya hemos citado algunos ejemplos. La entrevista
es investigación social (véanse, entre otros, Bradbun y Sudman, 1979; Dijkstra y van der Zouwn,
1982; Witzel, 1985), en el campo aplicando de las organizaciones (véanse
Acevedo y Lopez, 1981; Cardona, 991; Fear, 1979; Goodale, 1988; Morgan y
Cogger, 1977, además de los clásicos…) en el campo teraupetico(véase Cormier y
Comier, 1985; Roji, 1986), en otros, son ya de sobra conocidos. Pero se
extiende también a campos como la valoración de programas (véanse Patton, 1980)
o el de los peritajes dentro de la Psicología jurídica (véase Koehnken y
Brockmann, 1988). En cuestiones más especificas concernientes a la entrevista
en niños y adolescentes, en Evaluación conductual, en organización etc., no
podremos entrar, manteniéndonos en una perspectiva general de la entrevista
que, eso sí, alimentara preferentemente a de la vertiente clínica.
Tipos de entrevistas:
estructuradas y semiestructuradas
Para llegar a un diagnóstico más fiable
sobre el(los) problema(s) del paciente, es útil el empleo de entrevistas
clínicas estructuradas y semiestructuradas. Estos tipos de entrevistas
presentan una lista de síntomas y variables a evaluar en el paciente y varían
en su grado de flexibilidad, desde entrevistas muy poco estructuradas (muy
flexibles) hasta otras altamente estructuradas (nada flexibles). En estas
últimas, por ejemplo, todas las preguntas se encuentran especificadas y el
entrevistador actúa como mero elemento pasador de la entrevista, sin
posibilidad de inclusión de juicios clínicos u otro tipo de información que no
esté claramente indicado en la entrevista.
Las
entrevistas estructuradas proporcionan una evaluación sistemática al
normalizar: 1. El lenguaje específico de las preguntas clínicas; 2. La
secuencia de estas preguntas, y 3. La cuantificación de las respuestas (Rogers, 2001). Se supone
que esta evaluación sistemática de los síntomas relevantes reducirá los
diagnósticos erróneos. Por el contrario, en las entrevistas semiestructuradas
el entrevistador puede hacer sus propias preguntas para clarificar y
ahondar aspectos del diagnóstico que no
han quedado claros. Muchas veces es difícil que una adherencia estricta a las
preguntas de la entrevista sirva para cubrir todas las eventualidades. Seguidamente
se revisan muy brevemente algunas de las entrevistas estructuradas y
semiestructuradas más utilizadas (Blanchard y Brown, 1998; Rogers, 2001):
-
Los “Exámenes del estatus mental”.
-
La “Entrevista diagnóstica”.
-
Las “Entrevistas para los trastornos
afectivos y la esquizofrenia”.
-
La “Entrevista clínica estructurada para
los trastornos el Eje I del DSM-IV, Edición del paciente”.
-
La “Evaluación extensa de los síntomas y
la historia”.
-
El “Examen del estado actual”.
-
La “Entrevista diagnóstica internacional
versión 2”.
-
La “Mini-entrevista neuropsiquiátrica
internacional”.
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